¿Podría contarnos un poco sobre el Comité Económico y Social Europeo (CESE) y su función dentro de la Unión Europea?
El CESE es un órgano establecido en el Tratado de Roma de 1958, y su función es similar a la del Parlamento Europeo, aunque con un enfoque diferente. Aunque el Parlamento Europeo, en su versión original, solo podía vetar los presupuestos de la UE. Desde el Tratado de Lisboa su influencia se ha reducido principalmente a la revisión de reglamentos, sin una acción legislativa directa. Hoy en día, el CESE tiene como principal tarea emitir dictámenes sobre los actos legislativos generados por la Comisión Europea. Aunque los parlamentos nacionales generan pocos proyectos de ley, las decisiones clave se toman en la Comisión y el Consejo Europeo.
En la actualidad, parece que hay un cambio significativo en la dinámica de la agenda verde y social de la UE. ¿Podría comentarnos sobre esto? ¿Cómo cree que afectarán las próximas elecciones al Parlamento Europeo?
Sí, definitivamente estamos viviendo un cambio radical en la agenda social y verde de la Unión Europea. Las presidencias de Portugal y España han influido mucho en este cambio. A pesar de estos cambios, la nueva Comisión, bajo la dirección del comisario Hansen, traerá consigo transformaciones que seguirán marcando la dirección. Lo que se busca ahora es un equilibrio entre la agenda social y los desafíos económicos. No se están dejando de lado los sectores más vulnerables, pero sí existe un enfoque en la competitividad global, que será clave en los próximos años.
Por otro lado, las elecciones al Parlamento Europeo tendrán un papel fundamental en el futuro de la Unión. En ellas, los temas clave serán la competitividad y la posición estratégica de Europa en el mundo. Aunque los medios y algunos Estados miembros se enfoquen en los problemas del corto plazo, lo que se está discutiendo ahora son decisiones a largo plazo para asegurar que Europa pueda mantener una competitividad global. Es crucial que la UE se enfoque en estos desafíos futuros para no quedar atrás en el contexto internacional.
¿Por qué es tan importante tener una visión a medio y largo plazo en los temas globales, y qué podemos aprender del reciente informe del G20?
Es fundamental tener una visión a medio y largo plazo porque los problemas globales no se resuelven de un día para otro. Si miramos el reciente informe del G20, podemos ver que, aunque no se menciona una condena directa a Rusia por la agresión en Ucrania, esto refleja la complejidad del panorama mundial. La falta de consenso entre los países es un claro ejemplo de cómo la situación internacional es más intrincada de lo que a menudo nos presentan los medios de comunicación. Las decisiones que tomemos hoy influirán en el futuro, y es esencial ser conscientes de ello.
En cuanto al cambio climático, ¿cómo está afectando este fenómeno a la agricultura y qué medidas se están tomando para mitigarlo?
El cambio climático está teniendo un impacto real en la agricultura, y los fenómenos climáticos extremos están destruyendo cosechas. Un ejemplo claro de esto son las interrupciones en los grandes flujos de energía y transporte marítimo, que afectan regiones clave, como vimos recientemente en España, en zonas como Valencia, Andalucía y Castilla-La Mancha. Este tipo de crisis resalta la importancia estratégica del sector agroalimentario, que debe seguir siendo una prioridad. Necesitamos adaptarnos a estos cambios para asegurar que la producción de alimentos sea sostenible.
En cuanto a la sostenibilidad, algunas políticas de producción ecológica han sido criticadas. ¿Por qué considera que estas políticas no han tenido el impacto esperado?
Es cierto que las políticas de producción ecológica han sido impulsadas con buenas intenciones, pero no han sido efectivas en muchos casos. A menudo, estas políticas resultan en prácticas que son anti-competitivas y anti-productivas. Por ejemplo, proponer un aumento del 25% en la producción ecológica sin tener en cuenta la demanda del mercado es un error. La sostenibilidad es importante, pero debemos asegurarnos de que las políticas sean viables y equilibradas. De lo contrario, podemos caer en la trampa de lo que se dice: "El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones."
En relación con la ganadería intensiva, que a menudo se critica en Europa, ¿cuál es su punto de vista sobre este modelo?
La ganadería intensiva en Europa ha sido muy criticada, pero no podemos ignorar que ha permitido a los consumidores acceder a precios más accesibles. Este modelo, que a menudo se ve como problemático, ha sido clave para asegurar que los productos lleguen al mercado a precios razonables. Además, en un contexto global, con importaciones de soja y maíz a precios bajos gracias a acuerdos comerciales como los del Mercosur, la ganadería intensiva ha contribuido a mantener una oferta estable de productos. Por supuesto, siempre es importante seguir buscando formas más sostenibles de producción, pero debemos ser conscientes de las realidades del mercado.
Sigamos hablando de una de las paradojas más destacadas en las políticas alimentarias. ¿Cuál es su opinión sobre la relación entre la sostenibilidad ambiental y la accesibilidad de los precios de los alimentos, especialmente en lo que respecta a la producción de proteínas animales?
Es una paradoja interesante y bastante compleja. Por un lado, tenemos políticas que promueven la reducción de la proteína animal, especialmente por razones medioambientales. Sin embargo, al mismo tiempo, se mantiene la producción a gran escala de proteínas animales, que es lo que permite que los precios de estos productos sean accesibles para una gran parte de la población. Esto muestra una contradicción en las políticas públicas: mientras se busca la sostenibilidad, también debemos garantizar que los alimentos sean accesibles económicamente. Encontrar un equilibrio entre estas dos cosas es esencial para no perjudicar a los sectores más vulnerables.
Hablando del reglamento sobre la deforestación, parece haber buena intención detrás de él, pero ¿cuáles son los problemas prácticos que enfrenta esta propuesta? ¿Cuál sería la mejor manera de abordar este problema, en su opinión?
El reglamento sobre la deforestación tiene, sin duda, buenas intenciones, como evitar la importación de productos provenientes de tierras deforestadas. No obstante, hay varios problemas prácticos y geopolíticos. Por ejemplo, la UE quiere prohibir la importación de productos de tierras deforestadas, pero muchos países productores, especialmente en regiones como el Golfo de Guinea o el Mercosur en América Latina, no pueden certificar fácilmente que sus productos no provienen de tierras deforestadas. Esto crea un conflicto, ya que muchos de estos países tienen sus propias políticas contra la deforestación y no pueden someterse a un reglamento unilateral de la UE sin que se vea comprometida su soberanía.
En mi opinión, la lucha contra la deforestación debe ser un esfuerzo multilateral, no solo europeo, debe llevarse a cabo a través de foros internacionales, como la Organización Mundial de Comercio (OMC) o las conferencias sobre biodiversidad (COP). En lugar de imponer sanciones unilaterales, la UE debería trabajar en colaboración con estos países productores, buscando soluciones que no solo beneficien a Europa, sino que también respeten las políticas y la soberanía de los países afectados.
¿Cómo cree que este reglamento impactaría la cadena de suministro en Europa y la disponibilidad de productos en el mercado?
El impacto podría ser bastante grave. Si los productos no pueden ser certificados como libres de deforestación, podríamos ver vacíos en los estantes de los supermercados. Por ejemplo, Carrefour ha mencionado que muchos de sus productos podrían ser eliminados del mercado si no pueden obtener la certificación adecuada. Esto podría generar desabastecimiento, afectando la disponibilidad de productos en los mercados europeos y, en última instancia, la economía de la región.
En cuanto a las políticas de proteccionismo y geopolítica internacional, ¿cómo afectarán estas cuestiones al comercio global, especialmente en sectores como la seguridad alimentaria?
Las políticas de proteccionismo, como las que vimos durante la administración de Trump, pueden afectar gravemente el comercio internacional, particularmente en productos alimenticios. Si se implementan tarifas elevadas o barreras comerciales, los costos de los productos aumentarán, lo que afectará a los consumidores y a la cadena de suministro global. Esto es especialmente relevante en sectores clave como la defensa y la seguridad alimentaria. Europa tendrá que encontrar formas de negociar en un contexto global, donde la cooperación internacional en temas como la seguridad, el comercio y la sostenibilidad será crucial para asegurar su posición estratégica.
¿Cómo evalúa las políticas de la UE en cuanto a la competitividad y el uso de los fondos destinados a este sector? ¿Cuál sería el enfoque ideal para mejorar la competitividad del sector agroalimentario europeo?
El sector agroalimentario ha sido uno de los grandes olvidados de las políticas de la UE. A pesar de que se han destinado fondos para este sector, no se ha invertido de manera adecuada en un sistema agroalimentario robusto que permita a Europa competir de manera eficaz en el mercado global. En cambio, gran parte de estos fondos se han dirigido a proyectos menos productivos, como estructuras de gestión que no generan empleo ni desarrollo real. Esto ha limitado el crecimiento empresarial y la competitividad, tanto dentro del mercado interior europeo como a nivel internacional. Las políticas de apoyo mal dirigidas han perjudicado más de lo que han ayudado.
El enfoque debería haber sido centrarse en fomentar la competitividad del sector agroalimentario, no solo a nivel europeo, sino también en el mercado global. En lugar de crear políticas de apoyo que no son efectivas, la UE debería haber invertido en crear grandes estructuras empresariales que puedan competir internacionalmente. La competitividad en el mercado global es crucial para asegurar que los productores europeos puedan mantenerse relevantes y ser competitivos en un contexto de globalización.
En cuanto a la política económica de la UE, ¿cómo valora la falta de un enfoque multilateral para abordar los desafíos del comercio global, como los acuerdos con el Mercosur?
La falta de un enfoque multilateral es un gran problema. La UE no tiene una política de reciprocidad clara en sus acuerdos comerciales, lo que genera distorsiones. Un ejemplo de esto es el acuerdo con el Mercosur. En lugar de imponer regulaciones restrictivas que favorezcan a los productores europeos, la solución debería ser permitir que los productos de otros países, como Brasil, puedan competir en igualdad de condiciones. Esto garantizaría un comercio más justo y una competencia leal, lo cual es fundamental para la economía global. Además, es vital que estos acuerdos respeten las normativas de seguridad alimentaria y las garantías al consumidor, que deben ser puntos comunes en las negociaciones.
¿Cuáles son sus preocupaciones sobre el futuro de las relaciones internacionales de Europa, especialmente en relación con la administración de Estados Unidos?
Uno de los puntos clave es que Europa necesita una interlocución directa y eficaz con Estados Unidos, algo que no estamos logrando actualmente. La Unión Europea está experimentando dificultades internas y divisiones políticas entre los países miembros, lo que afecta su capacidad para tener una voz coherente y fuerte en la arena internacional. Un ejemplo claro es la situación en Italia con Giorgia Meloni, que refleja cómo Europa está perdiendo influencia frente a otras potencias globales. La falta de unidad y claridad en la UE podría afectar seriamente su capacidad de influir en decisiones globales clave.
En términos de la geopolítica global, ¿qué desafíos ve para Europa si no se adapta a los cambios en regiones como África y América Latina?
Si Europa no se adapta a los cambios geopolíticos, corre el riesgo de quedar relegada en la escena global. África y América Latina están emergiendo como actores clave en el comercio y la política internacional. Si Europa no mantiene una presencia activa y estratégica en estas regiones, podría observar cómo otras potencias se posicionan y avanzan sin poder intervenir. Además, la creciente amenaza de conflictos internacionales y el riesgo de una guerra nuclear subrayan la urgencia de que Europa tome un papel más proactivo en la política global.
La parálisis interna de la UE también parece ser una preocupación. ¿Cómo afecta esto a la capacidad de la Unión Europea para actuar de manera efectiva?
La parálisis interna de la UE es un problema grave. La demora en la configuración de la Comisión Europea y los conflictos internos, como los debates sobre figuras clave como Teresa Ribera, dificultan la toma de decisiones rápidas y eficaces. Estos retrasos pueden afectar directamente el funcionamiento de la Unión y su capacidad para reaccionar ante crisis o tomar decisiones políticas importantes. Sin embargo, en el caso del comisario de Agricultura, por ejemplo, hay una percepción positiva sobre su capacidad de gestión, lo que demuestra que, con una dirección adecuada, la UE puede manejar bien ciertos temas.
Por último, ¿qué importancia tiene la competitividad para la UE en este contexto y cómo se puede mejorar?
La competitividad es la clave para el futuro económico de Europa. La UE necesita invertir más tiempo y recursos en fortalecer su capacidad de competir tanto dentro del mercado interno como a nivel global. Esto no solo implica mejorar las políticas internas, sino también asegurarse de que sus sectores clave sean competitivos en los mercados internacionales. Aunque se mantienen compromisos sociales, la prioridad debe ser mejorar la competitividad para asegurar el crecimiento económico y la sostenibilidad a largo plazo de la región.