Unicef, la Organización Mundial de la Salud y World Bank Group han publicado el informe “Levels and trends in child malnutrition”, un estudio en el que se analiza la evolución de la malnutrición y la obesidad, relacionando ambos conceptos con el nivel de desperdicios de los alimentos que registran los países desarrollados.
Según los datos que facilita el informe, 159 millones de niños menores de 5 años sufren un retraso en el crecimiento, lo que supone el 23,8% de los niños del mundo. En 1990, eran 255 millones de niños, por lo que se ha registrado un descenso considerable, pero insuficiente. En el caso de África, además, los niños que se encuentran en esta situación continúan aumentando.
Por otra parte, 50 millones de niños de las mismas edades tienen un peso inferior al recomendado debido a la falta de una alimentación adecuada, aproximadamente 1 de cada 13 niños se encuentran en esta situación.
Mientras tanto, 41 millones de niños menores de 5 años tienen sobrepeso, 10 millones más que en 1990.
La evolución en las distintas zonas del mundo ha sido muy desigual. África, el continente más castigad por la malnutrición, ha registrado una evolución más lenta, logrando reducir los problemas en el crecimiento de los niños menores de 5 años un 24% desde 1990. Por su parte, Asia (excluyendo a Japón) ha logrado reducirlos un 47% desde 1990. Actualmente, la zona más afectada del mundo son los países del sur de Asia, que se encuentra en lo que la Organización Mundial de la Salud considera el rango de emergencia para la salud pública, debido a que un 14,2% de los niños menores de 5 años sufren desnutrición.
Además de hacer frente al reto de acabar con la malnutrición en la población actual, el mundo se enfrentará a un desafío aún mayor, ya que las previsiones indican que en 2050 la población mundial alcanzará los 9.500 millones de personas. De hecho, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo es el “hambre cero”, así como la erradicación de la pobreza extrema.
La innovación se perfila en este caso como la piedra angular sobre la que apoyar las soluciones a estos problemas, que permitiría hacer la producción de alimentos más eficiente y respetuosa con el medio ambiente.