En pleno siglo XXI, la agricultura familiar es la forma predominante de agricultura en la producción de alimentos, tanto en los países desarrollados como en los que se encuentran en vías de desarrollo. A nivel mundial, más del 90% de la producción agrícola depende de explotaciones familiares y ocupan entre un 70 y un 80% de la superficie agrícola.
Dentro de la agricultura familiar se engloba la producción agrícola, forestal, pesquera, pastoril y acuícola que es gestionada por una familia y que depende principalmente de la mano de obra de los hombres y mujeres de la familia. Este tipo de actividad discurre profundamente ligada al desarrollo rural y tiene un papel muy relevante a nivel socioeconómico, ambiental y cultural.
China e India acaparan la mayoría de la producción, un 35% y un 24 % respectivamente y el 72% de las explotaciones cuentan con menos de una hectárea de terreno. En total, el continente asiático concentra el 74% de la producción mundial. Además, suponen la extracción del 70% del agua dulce del planeta.
La agricultura familiar viene marcada también por diversos factores como las condiciones agroecológicas y las características territoriales, el entorno normativo, el acceso a los mercados, la tierra y los recursos naturales, así como a la tecnología, los servicios de extensión, la financiación o la educación. También es muy importante que las administraciones públicas apoyen la agricultura familiar con políticas concretas que garanticen la protección social y el bienestar de la comunidad. Aún así, la mayor parte de las inversiones que se realizan actualmente en agricultura provienen de las familias.
Además de producir el 80% de los alimentos de todo el mundo, esta forma de producción contribuye a mantener la seguridad alimentaria gracias a la gran variedad de alimentos que se producen en estas explotaciones y suponen un gran impulso para la economía local.