Se ha publicado el informe de los resultados de la primera fase del proyecto "Hacia una gestión integral del agua y el suelo en cultivos leñosos de Castilla-La Mancha".
La adaptación y mitigación al cambio climático es una de las prioridades de las políticas agrarias europeas. Existe una preocupación creciente sobre cómo se producirán los alimentos si el clima sigue cambiando y si los suelos y la biodiversidad siguen deteriorándose. En países como España, donde se espera un considerable aumento de la temperatura y frecuencia de eventos climáticos extremos, así como una posible reducción de las precipitaciones, urge la necesidad de implementar políticas enfocadas a mejorar la resiliencia del sector agrario y permitir su rentabilidad a largo plazo. Es por ello que una mejor gestión de los suelos agrícolas, enfocada en mejorar la capacidad de retención de la lluvia y la infiltración, puede tener efectos muy beneficiosos al aumentar la disponibilidad de agua para los cultivos y reducir la erosión.
Con un total de 7,9 millones de ha (casi el doble de superficie que los Países Bajos), Castilla-La Mancha es una región donde la agricultura juega un papel fundamental, siendo los cultivos leñosos (viñedo, olivar, almendro y últimamente el pistacho) una de las actividades agrícolas más relevantes. La superficie de cultivos leñosos manejadas en certificación ecológica no ha parado de crecer en los últimos años, con casi el 22% de la superficie del olivar y el 13% del viñedo. Por otro lado, la aparición de nuevas variedades altamente productivas está transformando el paisaje agrario hacia métodos de producción más intensivos, con elevados rendimientos pero con un mayor requerimiento de agua, nutrientes y agroquímicos.
El cambio climático puede suponer uno de los grandes riesgo del sector. Algunos estudios pronostican bajadas en los rendimientos del olivar de entre el 15 y el 20% como consecuencia del aumento de las temperaturas y el déficit hídrico. Las pérdidas de suelo por erosión pueden poner en jaque la rentabilidad del mismo. Con unas tasas de erosión entre 10 y 50 ton/ha año (7,8 millones de toneladas), la pérdida de suelo en cultivos leñosos supone casi el 25% del total, estando muy por encima de su capacidad de regeneración. Estas pérdidas se deben a factores biofísicos, como el clima, tipo de suelo o pendiente, pero también a factores humanos como el manejo del suelo.
Con el fin de aumentar la resiliencia de los agricultores castellanomanchegos al cambio climático y reducir los riesgos por erosión, este proyecto se ha centrado en: i) realizar una evaluación de posibles buenas prácticas agrarias para una gestión integral del agua y el suelo; ii) evaluar la situación actual e identificar potenciales barreras; iii) poner en marcha un proceso participativo que facilite su adopción.