La agricultura, o el sector agroalimentario en sentido más amplio, se encuentra desde hace años inmerso en un proceso constante de innovación para adaptarse a los requisitos de sostenibilidad ambiental en la producción de alimentos. Unas exigencias que constituyen la nueva arquitectura enmarcada en el Pacto Verde Europeo y sus estrategias. Y todo ello, porque la Comisión Europea considera urgente la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles frente al cambio climático y la degradación del medio ambiente.
Pero para ello, para realizar la transformación que pide Europa, hace falta capital para invertir en mejoras en cada uno de los eslabones de la cadena de producción, respondiendo así a objetivos como las estrategias de “Biodiversidad 2030” y “De la Granja a la Mesa”.
Mejoras, por ejemplo, para abordar el reto del agua tanto en las infraestructuras como en los procesos productivos del sector alimentario. Un tema de suficiente importancia para un país en el que el clima cada vez es más extremo y donde el agua cada vez es más escasa. Por lo tanto, habrá que conseguir distribuir de forma eficiente los recursos existentes y conseguir nuevos utilizando toda la tecnología posible.
La duda entonces es, ¿cómo lo hacemos si las exigencias son cada vez mayores para un sector que tiene que enfrentarse permanentemente a retos económicos como las subidas en los costes de producción y los bajos precios de sus productos, que ponen la mayoría de las veces en aprietos la viabilidad económica de las explotaciones?
En este sentido, la financiación al sector agroalimentario es la clave para permitir que la innovación en materia de sostenibilidad llegue al campo. Es la llave para sostener esta política verde y la que permitirá el desarrollo de una agricultura de calidad, en equilibrio económico, social y ambiental. Destinar más recursos financieros para solventar las necesidades del sector aportando la liquidez suficiente para preservar la viabilidad del sector ha de ser un propósito y no una intención.
Y aunque si bien es cierto que, hoy en día, existen ayudas por parte de las administraciones públicas para adaptarse a las nuevas políticas sostenibles también es cierto que resultan insuficientes. Y es que la marcha del sector productor de alimentos tiene un efecto claro y determinante sobre la marcha de la economía en general, y cada día más.