Falta poco más de un mes para las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio, un punto de inflexión clave en el porvenir del sector agrícola, ganadero y pesquero de Europa y, por tanto, de España. Ese es el margen de tiempo del que disponemos para reflexionar acerca de la importancia del sector alimentario, sometido a constantes tambaleos provocados por los coletazos de Bruselas.
Atravesamos una situación muy complicada, que viene catapultada desde la pandemia. Terminamos esta legislatura con los daños de la guerra de Ucrania, una energía encarecida, una sequía de más de dos años de duración, un sector pesquero infrarrepresentado y una pérdida de competitividad cada vez más notable. Y desde Europa, en vez de allanar el camino para el alivio de todos, parece que ponen más palos para dificultar el avance.
Es por este final de legislatura, que prácticamente llega a rastras a la fecha electoral, que salimos a la calle y nos encontramos a agricultores y ganaderos completamente movilizados. Y es que el campo ya no puede seguir afrontando problemas de rentabilidad y competitividad, dificultades para poner en práctica las medidas del Pacto Verde Europeo o los devastadores efectos de los productos de terceros países en nuestros mercados.
Pero el discurso no es distinto en otros sectores de la cadena, como la distribución o la pesca, quienes, a pesar de ser los “guardianes del mar” en el país pesquero líder de la Unión Europea, sienten que sus intereses, lejos de estar correctamente representados en el Parlamento Europeo, se ven cada vez más frustrados. ¿Dónde queda el mar, un sector considerado “esencial y estratégico” durante la covid-19, en la estrategia “Del campo a la mesa” o “De la granja a la mesa”? Ante un evidente descenso en el consumo de los productos pesqueros Europa deberían tomarse acciones y fomentarlo, promocionarlo, en lugar de permanecer inmóvil.
Es la alimentación de todos lo que está en juego, por lo que no podemos mirar para otro lado. Sólo ante una selección eficiente de candidatos que impulsen y defiendan correctamente los intereses del sector primario español, podremos garantizar su estabilidad y prosperidad.
¿Qué se espera de ellos?
Para empezar, necesitamos darnos nuestro lugar. Somos un sector que, contra todo pronóstico, alimenta a 7.000 millones de personas, que en 2050 serán 9.000 millones. Debemos dar un golpe en la mesa y permitirnos ser europeístas en condiciones, líderes en ideas a medio y largo plazo, permitirnos invertir en investigación y en desarrollar sistemas para ese crecimiento en la demanda que se avecina.
En el ámbito de la distribución, que no tiene en la Comisión Europea ni en el Parlamento una institución que les represente específicamente, esperamos que todos los grupos políticos tengan en consideración a los dos millones de personas que también tienen cabida en las votaciones. Pequeños comercios familiares, carnicerías, pescaderías y tiendas de otra índole de las que nadie se ocupa desde hace años en temas europeos y a las cuáles todo este “tsunami normativo” les afecta de primera mano. Hablando en cifras, abrir una tienda en España conlleva estar sujeto a más de 3.000 normas, un 80% de ellas europeas.
En términos generales, hay que empezar a sentirse parte de las decisiones que tanto nos afectan y dejar de concebir la figura de Europa como un agente tercero que nos amenaza, pues sin las ayudas europeas no hubiese sido posible modernizarse en muchos aspectos, ni llegar a la posición líder en producción que tenemos hoy en día.
Europa somos todos, necesitamos adoptar una actitud de escucha a todos los sectores del sistema alimentario para no tomar decisiones precipitadas sin valorar previamente el impacto que pueden tener en los sectores, que insisto, son los primeros interesados en mitigar la situación climática con resiliencia.