Mari Carmen Martínez Mulleras, periodista agroalimentaria
El mandato negociador del Consejo Europeo, a través del Comité de Representantes de los Estados miembros de la UE (Coreper), para que se empiece a trabajar en serio en la regulación de las Nuevas Técnicas de Edición Genómica (NTG) es un todo un hito que Europa necesitaba con urgencia.
En un contexto global donde potencias, como China y Estados Unidos, ya avanzan a pasos firmes en este terreno, la Unión Europea no puede permitirse el lujo por motivos políticos de quedar rezagada, aunque ya lo está.
La nueva reglamentación sobre los NTG en plantas, que el ministro de Agricultura español, Luis Planas, trató de impulsar durante su presidencia del Consejo de la UE en el segundo semestre de 2023, se espera que salga adelante antes de fin de año. De ser finalmente así, se trataría, precisamente, de un claro refuerzo al compromiso con la Ciencia y la Tecnología aplicada, que venimos defendiendo en el Grupo Alimentario de Innovación y Sostenibilidad (GIS).
La propuesta, que ahora se dirige ya a los llamados "trílogos" (CE, Parlamento Europeo y Consejo) para su tramitación, deja dos vías abiertas para la comercialización de las plantas vegetales NTG.
Mientras que las de categoría 1, comparables a las obtenidas mediante cultivo convencional, estarían exentas de las normas sobre OGM (Organismos Genéticamente Modificados), las de categoría 2, que presentan modificaciones más significativas en sus genomas, seguirían sujetas a estrictos controles. Aunque esta clasificación no contentará del todo a ninguno de los extremos (a los que defienden sin reparos las NTG y a los que están en contra de su aprobación), el equilibrio entre flexibilidad e inspección podría ser tanto la seguridad alimentaria como la protección medioambiental, factores clave en el debate agroalimentario actual.
La exclusión voluntaria del cultivo de plantas NTG de categoría 2 por parte de los Estados miembros, así como las medidas para prevenir la contaminación transfronteriza, aportan una dosis adicional de cautela o precaución, sobre todo a los que siguen poniendo reparos en que se regulen las nuevas técnicas de edición genómica.
Además, la creación de una base de datos pública sobre patentes y el establecimiento de un grupo de expertos para evaluar sus efectos son medidas que lo que buscan es garantizar la máxima transparencia y proteger los intereses de los agricultores europeos.
De cualquier forma, ¿no deberíamos reconocer que Europa necesita innovar más rápido para que su sector agroalimentario no siga perdiendo competitividad con respecto a países terceros, que ya avanzan sin apenas cortapisas legales, como Estados Unidos o China? ¿Deberíamos impulsar una estrategia conjunta en toda la UE para garantizar que la innovación tecnológica avance, además, de forma totalmente segura y sostenible?
En este sentido, es muy importante subrayar que las NGT en plantas ofrecen una solución clave para salvaguardar y potenciar la producción alimentaria en Europa. Por un lado, porque permiten desarrollar variedades vegetales más resistentes al cambio climático (sobre todo los efectos de la sequía) y a las enfermedades, que requieren menos fertilizantes y fitosanitarios, y que mejoran la eficiencia en el uso de unos recursos escasos, como el agua o el suelo.
En definitiva, estas nuevas técnicas de edición genómica representan una herramienta muy valiosa para contribuir a la sostenibilidad de la producción agrícola en un momento en que los fenómenos climáticos extremos están casi a la orden del día.
El hecho de que más de 25 países ya hayan avanzado en este ámbito de innovación debería servir a la UE de estímulo para acelerar su proceso legislativo. Un marco regulador claro y equilibrado permitirá a los obtentores europeos competir en igualdad de condiciones y garantizar que sus innovaciones lleguen al mercado de manera transparente y segura.
Para nuestro país, con más de 70 centros de I+D especializados en el sector agropecuario, se abre también una oportunidad extraordinaria para que las NTG contribuyan a resolver los desafíos específicos de la agricultura mediterránea.
De hecho, empresas españolas están liderando ya proyectos innovadores, como el desarrollo de variedades de trigo más resistentes a la sequía o el cultivo de tomates con mayor tolerancia a plagas. Unos avances que mejoran la seguridad alimentaria y reducen la necesidad de tratamiento con insumos fitoquímicos. Son iniciativas que demuestran el potencial de innovación con el que cuenta España para afrontar los retos más acuciantes del sector agroalimentario.
El Grupo Alimentario de Innovación y Sostenibilidad (GIS) juega un papel clave en este panorama, trabajando incansablemente para promover la innovación tecnológica en toda la cadena agroalimentaria. Su labor para conectar productores, distribuidores y Administraciones públicas resulta crucial para garantizar que la adopción de estas nuevas técnicas beneficie a todos los actores del sector, así como a los consumidores finales.
En definitiva, el acuerdo para avanzar en el camino de la legalización de las NTG es un paso firme hacia una Europa más innovadora, autosuficiente y comprometida con la sostenibilidad agroalimentaria.
Corresponde ahora a los colegisladores consolidar este avance y garantizar que la regulación definitiva de las NTG en plantas permita aprovechar las ventajas que ofrecen la posibilidad de aplicar estas nuevas técnicas. ¿Aprovecharemos esta oportunidad para que la UE no siga perdiendo posiciones en la innovación agroalimentaria global?