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El IRTA fue invitado por el Concilio Internacional del Olivo para presentar sus resultados en el marco de la COP 22, celebrada recientemente en Marrakech, más concretamente, en la conferencia “el aceite de oliva, el oro líquido que contribuye a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero”. En ella, el coordinador de Viticultura y Enología del IRTA, Robert Savé, puso de manifiesto cómo los cultivos leñosos, como el olivar, actúan como sumideros de carbono.
Así, siguiendo la literatura científica, por debajo de los 450mm de lluvia no hay bosque y, por tanto, los países Mediterráneos y los semiáridos no constan en las políticas de mitigación al cambio climático, en las políticas REDD.
Los cultivos de olivo están muy por encima del almacenamiento de carbono de las malezas de pinos (los campos de vid almacenan el mismo orden de magnitud que las malezas) y, a la vez, generan productos de calidad que fijan población en el territorio y producen una gran cantidad de bienes ecosistémicos, ya que evitan el fuego, la erosión y controlan los flujos de agua y nutrientes.
Desde IRTA se ha tratado de demostrar que es posible poner el Mediterráneo al mismo nivel que otros ecosistemas naturales o antropogénicos. España se ve en la necesidad de hacer frente al reto de la sostenibilidad alimentaria con las limitaciones propias del Mediterráneo, como son el suelo edáfico, el agua, la biodiversidad y la energía. Por este motivo, la agricultura ha de ser tenida en cuenta por los aspectos alimentarios y por todas sus demás funciones, tal como se definió en la COP21 y se ha ratificado ahora en la COP22.