Ricardo Migueláñez
Comenzamos 2024, y lo hacemos con un tema que va a suponer una de las primeras leyes, además de un gesto para el sector agroalimentario por parte de esta legislatura; la futura ley contra el desperdicio.
En un mundo donde la escasez de recursos y la conciencia ambiental son cada vez más urgentes, la lucha contra el desperdicio alimentario se ha convertido en una causa imperativa y, por este motivo, el gobierno quiere lanzar la Ley para la prevención del desperdicio alimentario.
Los datos correspondientes al periodo abril-septiembre de 2022 muestran que el volumen total de desperdicio alimentario en los hogares ha descendido un 5 % respecto al mismo periodo del año anterior, con un total de 586,3 millones de kilos.
Este descenso se debe a una reducción en el consumo, más que a una mejor gestión de los alimentos, ya que, la tasa de desperdicio de los productos sin utilizar aumenta (en la primavera-verano de 2021 desperdiciamos un 4,2 % de lo comprado, y en la primavera-verano de 2022, un 4,3 %). En cuanto al desperdicio fuera del hogar, este semestre primavera-verano de 2022 se han desperdiciado 10,5 millones de kilolitros. Es una cifra un 17,6 % inferior a la del mismo período de 2021.
Los datos del Informe del Desperdicio Alimentario en España 2021 que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, señalan que cada español tiró de media a la basura 28,21 kilos/litros de alimentos, lo que supone la cifra más baja de los últimos cinco años y 2,72 kilos/litros menos que 2020. La tasa de desperdicio en los hogares, sin embargo, es similar a la del año anterior, ya que se tiraron sin consumir el 4,2 % de los alimentos comprados, una décima menos que en 2020.
Los fundamentos del reciente aprobado proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario no se basan sólo en el componente ético y moral porque parte del mundo se muera de hambre. El impacto de lo que desperdiciamos también es devastador para el medio ambiente, desde la producción hasta la eliminación de residuos, cada paso del ciclo alimentario contribuye a la huella de carbono global.
Por esta pérdida de recursos naturales es necesario amortizar mucho más lo que se produce, asegurándonos de que satisface la demanda y no sobra nada. Es por ahí por donde se debe empezar.
La futura ley estructura el consumo estableciendo como prioridad a los humanos, después a los animales y, en última instancia, a fines energéticos. Porque, finalmente, el alimento más caro es el que termina en el contenedor. De forma conjunta, con visión de cadena, tenemos que estudiar cómo mejorar las técnicas productivas, de transformación, logística y comercialización, aplicando la innovación y las nuevas tecnologías. De esta forma, no sólo cumpliremos la ley contra el desperdicio, si no que seremos parte de ella.
Desde el GIS consideramos fundamental el papel de las tecnologías y la innovación a la hora de encontrar soluciones sostenibles como las que propone esta ley, que ayuden a optimizar la gestión de los alimentos a lo largo de toda la cadena de suministro.
Además, somos conscientes de que apostar por una legislación contra el desperdicio es apostar por un sistema productivo mejorado y, por tanto, por una concepción mejorada de la sociedad, una sociedad que no solo aprecia y valora a los alimentos y a quien los produce, sino que es plenamente consciente del regalo que la naturaleza le ofrece. Eso sí, esta apuesta ha de llevarse a cabo de la forma correcta, con la ciencia en la mano, y escapando de todo encasillamiento ideológico.